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OIA
JOURNAL

Una colección de historias y
reflexiones enfocadas en
bienestar, espiritualidad,
sociedad y cultura.

Cuestión de simbiosis

Stephanie Farah Carbonell | Junio 2 2020

Nadie sabe realmente qué es la consciencia, ni los científicos, ni los yoguis, ni yo. Lo que sí está claro es que, en distintas escalas, se puede analizar. Si la miramos a escala de la humanidad, se puede decir que es percibirse a sí mismo y también reconocer el entorno. Algunas personas estamos en búsqueda de ser más conscientes, y lo hacemos por distintos caminos; algunos se enfocan en mirar hacia adentro, otros, hacia afuera. Todos los caminos son válidos, pero algunos son más eficientes. Lo interior y lo exterior no son excluyentes, son una balanza. En cada vida, la distribución del peso es diferente. En la mía, el peso se inclina sobre lo exterior, para hacer un trabajo constante en las relaciones: yo con otros, yo con los animales, yo con la vida microscópica, yo con el mundo y yo con el universo. Al enfocarme en estos vínculos, he logrado ser más amable con el entorno, y esto ha tenido una repercusión directa en la relación conmigo misma, yo con yo. Logrando conocerme, respetarme y amarme. ¿Se podría tener una relación sana con uno mismo sin tenerla con el exterior? ¿Será que la consciencia es identificar y abrazar a esas relaciones?

Me encanta filosofar sobre este tema. Con Alejandro, mi novio de la vida, o como lo llaman la mayoría, mi esposo, hemos llegado a distintas conclusiones. Hemos argumentado que la consciencia del universo es una gran nube invisible que amarra y modifica las dimensiones, nos hemos enamorado de la idea de que los humanos podríamos ser la consciencia de la tierra, hemos concluido que, a mayor conocimiento, mayor consciencia, hemos dejado muchas conversaciones abiertas y también las hemos terminado riéndonos de nuestras conclusiones.

Volvemos a la idea de mirar hacia afuera, a reconocer lo que nos rodea. Si lo practicamos en el día a día, tal vez podamos llegar a lo que yo llamo consciencia colectiva, donde todos los seres humanos cedemos un poco. Hay maneras y hábitos con los que vivimos que nos gustan, pero ya sabemos que nos hacen ser productores de un outcome negativo. Nos conviene la innovación y el desarrollo económico global, pero primero nos conviene tener una relación positiva con la tierra. Hay que habitar como un solo organismo, no como individuos. Esto empieza por sonreírle a un extraño en la fila del supermercado para alegrarle el día, por comerte un pedazo de carne de res en vez de dos, pensando que así otro se puede comer tu segundo pedazo y terminamos consumiendo menos carne de animales que emiten gases, o hasta dejando que una pequeña araña viva en la esquina de tu ventana.

Sería hermoso lograr una relación simbiótica, de doble vía, en donde el planeta tierra nos alimenta el alma y el cuerpo y nosotros los humanos le producimos un outcome positivo. ¿Cuál podría ser ese outcome? ¿Qué le podríamos aportar? Considero que para responder esa pregunta primero tendríamos que conocer en detalle a la otra parte de esta relación. Es como cuando uno le propone a alguien que comparta su vida contigo, si esa persona es cuerda y acepta, es porque tú le aportas algo. Y si le aportas algo, es porque la conoces y sabes lo que necesita. ¿Qué tipo de relación queremos tener con la tierra? ¿Una donde la perjudicamos, una donde simplemente no molestamos o una donde le aportamos? Si a mayor conocimiento, mayor consciencia, propongo que seamos más conscientes enfocándonos en conocer al planeta tierra. De pronto así encontramos el outcome positivo y le damos sentido a ser humanidad. Cuando hay un propósito colectivo, la vida toma valor.

Durante muchos momentos de mi vida he considerado adentrarme en un viaje profundo y privado hacia mi interior, pero no lo he hecho. No quiere decir que no me analice, la verdad es que lo hago todo el tiempo. La razón por la cual no lo he hecho es porque siempre he tenido una conexión muy fuerte con el entorno, antes no la entendía, pero sí la sentía. Mi desarrollo profesional me ha llevado a un lugar fascinante, un lugar que me ha ido dando las respuestas. He entendido por qué ante mis ojos lo colectivo es más importante que lo personal. Inicié, junto con una amiga, organizando LIT Festival, un proyecto donde pudimos diseñar y construir experiencias para las personas. Fue un buen ejercicio para observar comportamientos humanos colectivos. Luego, con Alive Drinks, mi empresa de bebidas saludables, he podido aprender sobre el microbioma humano, he visto cómo algunos microorganismos tienen dinámicas para existir con sentido, generando outcomes positivos. ¿Será que la respuesta de la consciencia colectiva la tienen ellos? ¿Deberíamos imitar algunos de sus comportamientos?

Quiero compartirles algunas cosas. Por ejemplo, observemos la vida de los microorganismos probióticos, éstos son bacterias buenas que encontramos en nuestro sistema digestivo. Para cumplir su propósito ellos trabajan en equipo. ¡Buscan alimentarse! Y nosotros, su host, los alimentamos a través de lo que comemos. Si comemos comidas sanas, altas en fibras prebióticas, ellos se reproducen, no estoy hablando de comidas raras, estoy hablando de cebollas, ajos, avena, manzanas, alimentos comunes. Cuando estos probióticos son más, pasan varias cosas. La primera es que tienes un equipo más grande de bichos pidiéndole comida a tu cerebro, y como ellos comen sano, tus cravings empiezan a ser sanos. La segunda es que ellos son el “first line of defense” del cuerpo, literalmente son soldaditos que batallan contra los virus, los hongos, los organismos patógenos. Si tenemos el número correcto de soldaditos, ganamos. La tercera, mientras ellos batallan, le compran tiempo a nuestro sistema inmunológico para que pueda producir células inmunes, por si algo se sale de control. La cuarta, mientras todo esto ocurre, otra parte del equipo probiótico está descomponiendo la comida para extraer los nutrientes que necesitamos, ayudando a completar la función del sistema digestivo. ¡Es una relación simbiótica! Es tan sencillo como: el host alimenta a los probióticos y ellos a cambio entregan beneficios que ayudan al cuerpo a funcionar.

¿Será que todo lo que vive tiene un host? No lo sé, pero sí considero que los humanos lo tenemos, y es el planeta tierra. Hemos estado cegados con la cabeza enfocada en nosotros mismos y no hemos entendido lo que nuestro host necesita. No se trata de no molestar a la tierra, ese es el primer paso, uno muy valioso, pero no suficiente. Practicando la consciencia colectiva podemos empezar a no molestar a nuestro host. Si entendemos que el tiempo de la humanidad en la tierra es como un parpadear de ojos, ¿cómo hacemos que sea un parpadeo lento y sutil? Prolonguemos nuestra vida, ganemos tiempo. Propongamos soluciones. Enfoquémonos en la relación, yo con el mundo, no la demos por sentado.

Sabemos que las relaciones sostenibles son las simbióticas. La tierra nos carga, nos alimenta, nos arrulla, nos permite habitar, y nosotros, ¿qué le vamos a dar?

Cuestión de simbiosis

Stephanie Farah Carbonell | Junio 2 2020

Nadie sabe realmente qué es la consciencia, ni los científicos, ni los yoguis, ni yo. Lo que sí está claro es que, en distintas escalas, se puede analizar. Si la miramos a escala de la humanidad, se puede decir que es percibirse a sí mismo y también reconocer el entorno. Algunas personas estamos en búsqueda de ser más conscientes, y lo hacemos por distintos caminos; algunos se enfocan en mirar hacia adentro, otros, hacia afuera. Todos los caminos son válidos, pero algunos son más eficientes. Lo interior y lo exterior no son excluyentes, son una balanza. En cada vida, la distribución del peso es diferente. En la mía, el peso se inclina sobre lo exterior, para hacer un trabajo constante en las relaciones: yo con otros, yo con los animales, yo con la vida microscópica, yo con el mundo y yo con el universo. Al enfocarme en estos vínculos, he logrado ser más amable con el entorno, y esto ha tenido una repercusión directa en la relación conmigo misma, yo con yo. Logrando conocerme, respetarme y amarme. ¿Se podría tener una relación sana con uno mismo sin tenerla con el exterior? ¿Será que la consciencia es identificar y abrazar a esas relaciones?

Me encanta filosofar sobre este tema. Con Alejandro, mi novio de la vida, o como lo llaman la mayoría, mi esposo, hemos llegado a distintas conclusiones. Hemos argumentado que la consciencia del universo es una gran nube invisible que amarra y modifica las dimensiones, nos hemos enamorado de la idea de que los humanos podríamos ser la consciencia de la tierra, hemos concluido que, a mayor conocimiento, mayor consciencia, hemos dejado muchas conversaciones abiertas y también las hemos terminado riéndonos de nuestras conclusiones.

Volvemos a la idea de mirar hacia afuera, a reconocer lo que nos rodea. Si lo practicamos en el día a día, tal vez podamos llegar a lo que yo llamo consciencia colectiva, donde todos los seres humanos cedemos un poco. Hay maneras y hábitos con los que vivimos que nos gustan, pero ya sabemos que nos hacen ser productores de un outcome negativo. Nos conviene la innovación y el desarrollo económico global, pero primero nos conviene tener una relación positiva con la tierra. Hay que habitar como un solo organismo, no como individuos. Esto empieza por sonreírle a un extraño en la fila del supermercado para alegrarle el día, por comerte un pedazo de carne de res en vez de dos, pensando que así otro se puede comer tu segundo pedazo y terminamos consumiendo menos carne de animales que emiten gases, o hasta dejando que una pequeña araña viva en la esquina de tu ventana.

Sería hermoso lograr una relación simbiótica, de doble vía, en donde el planeta tierra nos alimenta el alma y el cuerpo y nosotros los humanos le producimos un outcome positivo. ¿Cuál podría ser ese outcome? ¿Qué le podríamos aportar? Considero que para responder esa pregunta primero tendríamos que conocer en detalle a la otra parte de esta relación. Es como cuando uno le propone a alguien que comparta su vida contigo, si esa persona es cuerda y acepta, es porque tú le aportas algo. Y si le aportas algo, es porque la conoces y sabes lo que necesita. ¿Qué tipo de relación queremos tener con la tierra? ¿Una donde la perjudicamos, una donde simplemente no molestamos o una donde le aportamos? Si a mayor conocimiento, mayor consciencia, propongo que seamos más conscientes enfocándonos en conocer al planeta tierra. De pronto así encontramos el outcome positivo y le damos sentido a ser humanidad. Cuando hay un propósito colectivo, la vida toma valor.

Durante muchos momentos de mi vida he considerado adentrarme en un viaje profundo y privado hacia mi interior, pero no lo he hecho. No quiere decir que no me analice, la verdad es que lo hago todo el tiempo. La razón por la cual no lo he hecho es porque siempre he tenido una conexión muy fuerte con el entorno, antes no la entendía, pero sí la sentía. Mi desarrollo profesional me ha llevado a un lugar fascinante, un lugar que me ha ido dando las respuestas. He entendido por qué ante mis ojos lo colectivo es más importante que lo personal. Inicié, junto con una amiga, organizando LIT Festival, un proyecto donde pudimos diseñar y construir experiencias para las personas. Fue un buen ejercicio para observar comportamientos humanos colectivos. Luego, con Alive Drinks, mi empresa de bebidas saludables, he podido aprender sobre el microbioma humano, he visto cómo algunos microorganismos tienen dinámicas para existir con sentido, generando outcomes positivos. ¿Será que la respuesta de la consciencia colectiva la tienen ellos? ¿Deberíamos imitar algunos de sus comportamientos?

Quiero compartirles algunas cosas. Por ejemplo, observemos la vida de los microorganismos probióticos, éstos son bacterias buenas que encontramos en nuestro sistema digestivo. Para cumplir su propósito ellos trabajan en equipo. ¡Buscan alimentarse! Y nosotros, su host, los alimentamos a través de lo que comemos. Si comemos comidas sanas, altas en fibras prebióticas, ellos se reproducen, no estoy hablando de comidas raras, estoy hablando de cebollas, ajos, avena, manzanas, alimentos comunes. Cuando estos probióticos son más, pasan varias cosas. La primera es que tienes un equipo más grande de bichos pidiéndole comida a tu cerebro, y como ellos comen sano, tus cravings empiezan a ser sanos. La segunda es que ellos son el “first line of defense” del cuerpo, literalmente son soldaditos que batallan contra los virus, los hongos, los organismos patógenos. Si tenemos el número correcto de soldaditos, ganamos. La tercera, mientras ellos batallan, le compran tiempo a nuestro sistema inmunológico para que pueda producir células inmunes, por si algo se sale de control. La cuarta, mientras todo esto ocurre, otra parte del equipo probiótico está descomponiendo la comida para extraer los nutrientes que necesitamos, ayudando a completar la función del sistema digestivo. ¡Es una relación simbiótica! Es tan sencillo como: el host alimenta a los probióticos y ellos a cambio entregan beneficios que ayudan al cuerpo a funcionar.

¿Será que todo lo que vive tiene un host? No lo sé, pero sí considero que los humanos lo tenemos, y es el planeta tierra. Hemos estado cegados con la cabeza enfocada en nosotros mismos y no hemos entendido lo que nuestro host necesita. No se trata de no molestar a la tierra, ese es el primer paso, uno muy valioso, pero no suficiente. Practicando la consciencia colectiva podemos empezar a no molestar a nuestro host. Si entendemos que el tiempo de la humanidad en la tierra es como un parpadear de ojos, ¿cómo hacemos que sea un parpadeo lento y sutil? Prolonguemos nuestra vida, ganemos tiempo. Propongamos soluciones. Enfoquémonos en la relación, yo con el mundo, no la demos por sentado.

Sabemos que las relaciones sostenibles son las simbióticas. La tierra nos carga, nos alimenta, nos arrulla, nos permite habitar, y nosotros, ¿qué le vamos a dar?